Hace unas semanas vi una miniserie en Netflix, Los Principios del Placer, y la verdad fue una experiencia muy linda.
Una de las cosas que me encantó fue el reminder de ver el placer más allá de lo sexual, y más allá de la pareja. De hablar de él abiertamente como un derecho, como una necesidad y estar conscientes de que cada uno de nosotros somos responsables de nuestro propio placer.
El placer es una conexión con nuestros sentidos, una enorme fuente de energía reparadora que nace en nuestra mente y que experimentamos en nuestro cuerpo.
Las mujeres de mi generación (elder millennials) y las generaciones pasadas crecieron pensando en el placer de una forma vergonzosa, o como algo que tenían que esperar para recibir de alguien más, si tenían suerte.
No nos enseñaron a mirarnos en el espejo sin culpas, sin juicios. No nos enseñaron a amar, abrazar y celebrar nuestro cuerpo. A explorar el placer bajo nuestros términos y verlo más allá de una experiencia sexual tradicional.
Desde pequeñas nos enseñan que tocarnos es malo, que es sucio, que es pecado. Y crecemos llevando esa vergüenza hasta que somos adultas.
Esa es una de las razones por las que se nos dificulta la intimidad y la búsqueda del placer cuando es con nosotras mismas, porque pensamos que solamente podemos permitirnos estos actos abiertamente con nuestras parejas.
No hablamos de la misma forma de lo mucho que disfrutamos darnos un orgasmo a nosotras mismas, no se habla de la importancia de ese acto de amor propio, más allá de si tienes o no una pareja.
Y tampoco le damos tanta importancia a la búsqueda del placer fuera de lo tradicionalmente sexual.
En este rush del día a día en el que nuestro valor está demasiado ligado a qué tanto producimos y qué tanto generamos, el disfrute y la búsqueda activa del placer muchas veces viene cargado de culpas y justificaciones.
Por eso siempre he visto la búsqueda del placer desde las pequeñas cosas y la celebración del tiempo con nosotras mismas, sin culpas, como un pequeño acto de rebeldía.
Mírate y admírate en el espejo…tócate…observa las cosas de tu cuerpo que te gustan, que valoras y celebras. Explora y descubre qué te gusta, qué te mueve.
Permítete estar presente en los pequeños actos que te dan placer y olvídate un momento de lo que tienes que hacer en los próximos 5 minutos.
Cuando te estés bañando no lo hagas pensando en todos los pendientes que tienes por delante en el día. Describe y analiza cómo se siente el agua y el jabón sobre tu cuerpo, lo relajante que es tener un momento exclusivo para ti. Aprovecha para agradecerle a tu cuerpo por el nuevo día que te está permitiendo vivir.
Disfruta de esa taza de café o esa copa de vino con intención. Inhala profundo y déjate seducir por los aromas, saborea y disfruta despacio el delicioso líquido al bajar por tu garganta y describe mentalmente lo que te hace sentir, lo rico que son estos minutos contigo.
Descubre tus texturas favoritas y envuélvete en ellas. Unas sábanas frescas de algodón de calidad, un vestido satinado suave que abrace tus curvas.
Todas, todos y todes tenemos el derecho a disfrutar del placer, a explorarlo, habitarlo y reclamarlo bajo nuestros propios términos.
Te invito a apoderarte de esta fuerza con consciencia, trabajando en la conexión con tu cuerpo, sentidos y emociones.
XOXO
Greta.